martes, 19 de mayo de 2009

Húngaros (I)

Había visto una película húngara del neosincretismo. Una extensa mirada sobre la quietud llamada La parede manchada, que consistía en un largometraje de tres horas y media con una imagen fija de una pared húmeda. Al terminar la proyección, los asistentes del cineclub Hermético, aplaudieron durante casi cincuenta minutos, lloraban y comentaban por lo bajo lo más inquietante de la obra: una mosca que se posa unos ínfimos segundos en la sucia pared. Muy pocas veces el director había jugado con algo tan desestabilizante como el movimiento de un insecto y eso a Sofía lo conmovió. Mingo no era un aficionado a ver cine arte. Tenía una colección de dvds con títulos como Sacámela del pozo o El agujero quiere llenarse, filmes basados en argumentos tan triviales como obscenos. Pero estaba enamorado de Sofía. Y Sofía era distinta, muy distinta.
Nieta del escritor Crudogo Elfusio, Sofía podía hablar en cinco idiomas. Al mismo tiempo. A los cuatro meses ya comprendía una lengua que no era la materna, el guaraní, repitiendo frases de la mucama de la familia. Dos meses mayor balbuceaba cosas en castellano de las que su padre decía desconocer su procedencia, como "Vení negrita, ¿qué te cuesta?" o "¡Vamos paraguayita hermosa!"

No hay comentarios: