tag:blogger.com,1999:blog-14406228649332140152024-03-13T08:56:26.753-07:00De más está decirJuan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.comBlogger17125tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-67542848587541399902010-04-29T07:34:00.000-07:002010-04-29T07:39:50.861-07:00Una reseña de libros para empresarios<p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial; "><b>Hopks ataca de nuevo</b></span></p><p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;"><b><span class="Apple-style-span" style="font-weight: normal; ">Entre las novedades de este mes está “Cómo explotar gente con responsabilidad social”, de William Hopks. El autor, que ya nos había sorprendido con<i> “Haga feliz a su empleado con una caja navideña”</i>, retoma ahora el tema de la culpa como eje central, con un enfoque novedoso: la “no-culpa”. Hopks trabajó dos años en una fábrica de osos de peluche en Burundi y de esa experiencia nos relata: “Hubo meses en que los empleados no cobraban los 3 dólares previstos para la producción de cien mil osos diarios por persona. No podíamos hacer frente a semejante costo laboral. Entonces se nos ocurrió premiarlos con un oso de su producción, de sus manos, al final del día. Pero ojo, sólo aquel operario que superara los cien mil osos diarios podía llevarse semejante premio. Recuerdo la emoción de Bobanda Unuki (*) cuando le di un peluche. Al día siguiente me regaló media docena de huevos de avestruz. Esa felicidad es la que buscamos… que la gente se sienta partícipe de lo que hace. Nuestros empleados supieron comprender rápidamente lo que decía el nuevo contrato de trabajo, a pesar de que no sabían leer. Se notaba cuando apoyaban las huellas digitales. Aunque muchos carecían de ellas por el desgaste laboral”.</span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: right;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;"><b>(*)</b> Nombre ficticio, cambiado por razones legales.</span></span></p> <p class="MsoNormal"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;"> </span></o:p></p> <p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;">A quien le interesó este artículo también leyó <i><a href="http://mx.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090410125156AAHBNG2">“Cómo cocinar un chancho al spiedo”.</a></i> </span></p>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-24454068601353381712010-02-23T04:56:00.000-08:002010-02-23T05:23:29.860-08:00Lost (VI)<p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;">A las 9 de la mañana siguiente fuimos a abordar el “barco pirata”. No muy convencido, y con la intención secreta de quedarme aduciendo algún problema no creíble del tipo “¿Te conté que cuando viajo en barco me transformo en hamster?”, salí con Viviana hacia el muelle de Canasvieiras.<br />Siempre odié este tipo de paquetitos armados para el turismo. Supuse, no sin equivocarme, que lo que prometían (un fascinante recorrido por la isla, donde conoceremos bla bla bla) no iba a suceder sino sorteos, bailes, prendas y demás cosas que nos harían olvidar de los mareos ocasionados por el oleaje.<br />Cuando embarcamos Viviana me dijo casi susurrando que lo único que sabía bailar era tango, “acá me parece que hay mucho grasa, creo que estamos de más”, y otras cosas que presagiaban un paseo inolvidable. Nos acomodamos en la cubierta, de pie entre un mar de gente que comenzó a bailar, animada por un sujeto con una bandana que, como todos sabemos, era la prenda básica de los piratas. “¡Buena onda, buena onda, chan-chan, buena onda-buena onda!” era la canción que se escuchaba por los altavoces. Giré la cabeza a mi izquierda y vi a mi compañera no sólo bailando frenéticamente sino alentando a una vieja que apenas podía mantenerse en pie a que lo hiciera como ella. Disimuladamente caminé entre los felices embarcados hacia el extremo opuesto. Pero al ratito se me acercó y me dijo “¿Viste el tatuaje de esa mina?… aparte es hermosa… está para darle”. Hice como que no escuché. Habían pasado no más de veinte minutos y yo ya veía la costa como algo muy lejano.<br />-¿Hablaste con el cordobés aquel?, me dijo señalando a un sujeto casi desdentado que cuando lo miré me elevó el pulgar como diciendo vaya a saber qué.<br />-No… ¿es cordobés?, pregunté como interesado.<br />-Ajá, como todos los cordobeses que hay acá (sick, digo sic). Le conté de mis minivacaciones en Miramar, en playa Escondida. Porque yo soy nudista, pero no por una cuestión sexual, sabelo, sino porque amo la naturaleza… (y no sé cuántos argumentos más). Hasta que finalmente el pirata-animador dijo:<br />-Gente, prepárense que ahora haremos EL concurso de baile, con música para todos los gustos…<br />-¿Hay tango?, gritó. Porque nos encanta bailar tango.<br />-Hay tango, señorita…<br />Vos bailá con quien quieras, flaca… Pensé en irme... pero no podía.<br />Las normas del juego me tranquilizaron. Quien bailara debía hacerlo con un no-acompañante. Es decir, no-pareja, no-amigo, no-hermano, ni eso que éramos nosotros…<br />Una interminable selección de ritmos, desde el twist hasta el rap, pasando por el deseado tango envolvieron a los participantes en un improvisado espacio destinado a pista de baile.<br />Yo, acodado en la cubierta, como el Persio de Cortázar, recordaba aquellas interminables charlas telefónicas del invierno anterior. "¿Será la misma mina?", pensé. Incluso imaginé hacerle preguntas puntuales que recordaba de aquellas conversaciones, para ver si se contradecía. “Pero la voz es la misma”, me decía.</span></p><p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;"><br />Me di vuelta y entre la multitud surgió Vivi con un muchacho rubio de ojos claros.<br />-Juan… Te presento a Knut…<br />-Knut… Knut-Alexander (me dijo, a la manera de James Bond).<br />-Juan… Juan-Carlos.<br />-Y él es Leif.<br />Leif sonrió y me saludó como si fuera su amigo. Hablaba bastante bien el castellano.<br />-¿Es tu novia?<br />-Ni por puta.<br />Los muchachos eran noruegos. Era su primer viaje juntos a América del Sur, aunque Leif ya había estado otros años por estas latitudes.<br />Pensé, no sin equivocarme, que lo de Vivi y los noruegos no terminaría en ese viaje. Lo que nunca imaginé es que años más tarde Leif vendría a visitarme unos días a Rosario y que en la ex parrillita Norte me diría, mientras se llevaba un pedazo de costilla a la boca:<br />-¿Cómo es que tú, Juan, viajaste con esa chica?<br />-No sé.<br /></span></p>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-80814343564330246712010-01-12T18:10:00.000-08:002010-01-12T18:18:49.787-08:00Lost (V)<span style="font-family:arial;">Me acerqué a la puerta con temor...<br />-¿Sí???, dije.<br />-Abrime, plis, así saco algo de ropa para llevar para lavar.<br />Era ya de noche, las lavanderías no estaban abiertas y en el hotel Dom Fish las posibilidades de lavar una prenda no estaban previstas. A juzgar por la ropa que vestía la vieja-conserje.<br />-Pasá, flaca, pasá.<br />En esos casos uno no sabe si preguntar ¿Cómo te fue?, ¿Qué tal anduvo <em>eso</em>? o un seco pero impactante ¿YYYY?<br />Pero para no generarle mayor protagonismo sólo le dije:<br />-¿Vos dejaste ropa acá en mi pieza?<br />-No. Pero si querés lavar algo tuyo... yo lo lavo, de onda.<br />-No. Gracias. Aparte tengo todo casi sin usar, así que todo bien...<br />-Bueno...<br />-Bueno...<br />-¿Bueno qué?<br />-Bueno nada...<br />La miré como retirándola con la vista. Ella retrocedía hacia la puerta casi con miedo.<br />-¡No sabés lo que tengo previsto para mañana!!!! gritó con cierta alegría, mientras yo le miraba la boca como adivinando la cantidad de succiones que habría hecho la noche/día precedente.<br />-Todo bien, Viviana, pero mañana creo que... (no sé qué cosa dije, pero debería ser algo no creíble, del tipo "...todo indica que me dolerá una muela" o algo así).<br />-¡Compré dos... DOS pasajes para que hagamos la excursión del <em>barco pirata</em>!<br />La alegría era casi infantil. El hecho de que comprara dos pasajes me tranquilizó, más allá de su gesto de buena voluntad. Sobre todo porque no compró cinco, CINCO, para incluir a su harén masculino.<br />-¡Vamos... solos?<br />-Va mucha gente, Juan... muchísima... No sabés lo que es eso. Una amiga me contó que ahí se baila, se canta, todo...<br />¿Todo?<br />Me senté en una silla, al borde de la mesa-espejo, que tenía un viejo cuaderno Gloria con apuntes para una novela que nunca terminaré.<br />-¿Querés sentarte un poco?, le dije.<br />-Sí... estoy re cansada.<br />-...<br />-... Aparte esta columna...<br />-Debe ser... la humedad.<br />-No, loco, ¡no sabés lo que me pasó!<br />Tenía puesto un jean medio roto. De esos rotos por el fabricante. O tal vez por los dientes de Rogério. Arriba, una remera que no disimulaba sus minúsculas tetas. Tal vez chupadas por Júnior. Y unos dientes más blancos que nunca. Tal vez más blancos que nunca.<br />Miré el tomo 1 de la colección de historietas de Clarín (Mafalda), y dije como sin querer:<br />-Cogiste como una perra...<br />Como no me contestaba tuve que girar la cabeza y mirarla.<br />-¡Hay cada degenerado Juan!<br />-...<br />-La gente está muy loca.</span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-79294281667797918792010-01-11T14:09:00.000-08:002010-01-11T14:23:46.069-08:00Galápagos<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/S0uk3OURgQI/AAAAAAAAAGs/INVR-gLZqL0/s1600-h/galapago.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 170px; height: 121px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/S0uk3OURgQI/AAAAAAAAAGs/INVR-gLZqL0/s320/galapago.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5425611444740784386" /></a><div><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial; ">Finalmente ayer salí a la calle. Un calor de locos...</span></div><div><p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;">Hacía dos meses que estaba encerrado en mi habitación con mis seis computadoras. El delivery de pizzas me visitaba día por medio para dejarme una especial de jamón y queso. Había logrado las 12.324 visitas en Facebook que me había propuesto como meta luego de leer el libro de autoayuda "Cómo lograr ser visitado sin que entren a tu casa", de Skarmateos. Porque yo no era nadie antes de eso.<br />El éxito vino inesperadamente, luego de varios intentos, cuando creé el grupo "No me toquen a las tortugas de Galápagos, eh!". Mucha gente se solidarizó conmigo, demostrando comprensión y por momentos compasión.<br />Anita, que es re amiga mía, aunque no sé muy bien cómo es ni qué piensa, me dijo alguna vez que la movilizaba mucho el hecho de que alguien que no vivía en Galápagos, que nunca había visitado la isla y, que ni siquiera tenía una idea precisa de su ubicación, se preocupara por este problema. Es más, su primer comentario me tranquilizó sobremanera, en especial en un párrafo donde afirmaba que, efectivamente, hay tortugas en Galápagos.</span></p><p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;">Porque, a decir verdad, yo no sabía mucho sobre el tema. En un viejo tomo de la enciclopedia Monitor, que atesoraba mi abuela como una joya, de chico vi una ilustración de una tortuga y la palabra Galápagos. La asociación vino de inmediato. Pasó mucho tiempo y, lejos de recabar en Wikipedia una información más precisa, tiré esa propuesta para ver qué onda. Porque ya había intentado otras alternativas, sin mayores resultados. "Salvamos a los perros suicidas del parque España" sólo tuvo dos amigos: una vieja de la protectora Alberdi, propietaria de uno de esos perros suicidas embalsamado en la heladera, y el noruego Leif, un estudiante de español que intentaba descifrar el idioma conectándose con gente de ese idioma. El noruego.<br />También creé un grupo de fans de Lanchita Bissio, un popularísimo actor que tuvo su esplendor en los 90.<br /><br />Lo cierto es que ahora mi vida cambió. Luego de insistentes propuestas de organizaciones ecologistas, que rechacé casi por deporte, acepté integrar una de reciente formación, la TTW, The Turtle Warrior. El presidente de esa ONG, un ex guerrillero somalí, afirmó públicamente ver en mí un ejemplo a seguir, un líder a imitar, un guerrero de la ecología. Por tal razón me honró con la primera misión de la organización.<br />La idea parece temeraria pero según la TTW todo saldrá ok: deberé vestirme de tortuga, subir a un bote en la costa de Ecuador, partir hacia las Galápagos y acercarme a un destructor de la marina estadounidense para pintar la leyenda DONT KILL THE TORTOISES!, mirando desafiante a los integrantes de la embarcación.<br />No tengo muy en claro si los marines están matando tortugas pero la TTW dice que esto llamará muchísimo la atención, sobre todo en los medios... No estaré solo. Habrá cámaras que me seguirán. Desde la costa.<br />Y, por supuesto, todo podrá seguirse a través de mi grupo en Facebook o en uno creado para tal fin por la TTW, “Sé alguien. Muere por una tortuga”.</span></p><div><br /></div><p></p></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-74830332254257093112010-01-09T17:22:00.000-08:002010-01-09T17:34:58.195-08:00Lost (IV)<span style="font-family:arial;">A la noche de aquel día de las presentaciones informales y de la confesión, fuimos a comer a un restaurante de la costa. Un lugar muy concurrido, acariciado por el mar, lo que por momentos lo hacía más atractivo. Viviana se vistió con una especie de vestido-trapo-hippie y se había puesto una flor de incierta procedencia en el cabello. Pidió cuanta especie marina comestible hubiera disponible. Para su exiguo físico de no más de 50 kilos parecía una exageración. Una más.<br />Estábamos al aire libre, en penumbras, con el sonido de las olas golpeando en la costa. Comenzamos a comer algo de todo eso y conversamos sobre temas diversos, como evitando tocar el tema: la reunión-party prevista para esa noche. Hasta que, a la media hora, llegó un muchacho de no más de 20 años, con ropa holgada y una profusa cantidad de collares y anillos. Se sentó a la mesa y sin más presentación me dijo afectuosamente “Eyyy, cómo estás Juan?”. Era Rogério. La naturalidad con la que me nombró me confundió. Mi incertidumbre sobre los conocimientos sobre mi persona empezaron a deambular por mi mente mientras esperaba el momento preciso en que dijera algo así como “Bueno, vamos?”.<br />Rogério era cantante de hip-hop cristiano, pertenecía a una iglesia evangélica y su condición se manifestó con algunos versos que llamaron la atención de los clientes del restaurante. Digamos, algo así como “Deja de pecar si no te vamos a matar... Jesús usará un obús”. Un mensaje no muy pacifista pero que, al parecer, prendió en él y en su congregación.<br />Viviana disparó la frase del día “Me gustan las fiestas”. A lo que Rogério no aportó mucho. Tal vez por su desconocimiento absoluto del castellano.<br />Lo que el rapero intentaba era abrazarla, besarla, manifestarle su ternura. La flaca, lejos de aceptar, le dijo más de una vez que No, gracias, que no quiere novios y cosas así. Hasta que, mientras dejaba un cierto dinero sobre la mesa, disparé:<br />- Bueno, chicos, los dejo. Me voy a bailar...<br />- A bailar? Cómo vas a hacer eso?<br />Nunca pude saber (ni quise) qué quería significar esa pregunta. Si bailar era pecado, decadente, previsible o qué. Lo cierto es que me levanté de la mesa mientras Rogério estaba encendido y dispuesto, incluso, a comer algunas de las presas incomibles allí dejadas.<br />Mientras caminaba por la Avenida de las Naciones, hacia el otro extremo de Canasvieiras, ya cerca del supermercado Imperatriz, escuché un grito (Juan! Juan!) Era Júnior, quien con un ademán inconfundible se refirió al encuentro con Viviana. Le dije donde estaba y le comenté que Rogério ya por esas horas se habría olvidado hasta del mismísimo Jesús.<br />Volví a mi cuarto. Abrí un libro de vaya a saber quién (mío, pero no recuerdo el autor) y me tiré unos minutos en la cama preguntándome (como tantas veces en ese viaje) qué estaba haciendo ahí. Me levanté y me fui, efectivamente, a bailar. Con una cordobesa más que interesante (bah, una cordobesa).</span><br /><p><span style="font-family:arial;"><br />A la mañana siguiente me levanté a eso de las diez sin tener mayores novedades sobre mi compañera de viaje. Salí con rumbo incierto y terminé en Armacao, en el sur de la isla. Una jornada turística que terminó cuando regresé al hotel a las seis de la tarde y la vieja de la posada-hotel me dijo mientras perdía su mirada en un tejido “Todavía no volvió. Llamó la mamá hace un rato”.<br />Pensé cualquier cosa, hasta lo peor...<br />Subí a la habitación y a los pocos minutos sentí un golpe seco en la puerta. Un golpe distante.</span></p>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-84270150828999512692009-11-28T15:55:00.000-08:002009-11-28T16:03:21.897-08:00Manuscritos<a href="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/SxG5hhqYTXI/AAAAAAAAAGY/64Fv-NUU3PQ/s1600/2855913.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5409308613071621490" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 207px; CURSOR: hand; HEIGHT: 232px" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/SxG5hhqYTXI/AAAAAAAAAGY/64Fv-NUU3PQ/s320/2855913.jpg" border="0" /></a> <span style="font-family:arial;">A comienzos del siglo XX, en una aldea cercana a Beth Javin, en el nordeste de Irankia, un grupo de antropólogos alemanes descubrió en un río de escaso cauce unos viejos documentos que dieron en llamar los manuscritos del río Javin. Los papeles estaban guardados en un asta de cérvido y constaba de 88 páginas en papel ilustración 300 gramos, impresos a cuatro colores, cosidos y pegados, con tapa dura. Lo de manuscrito era una licencia que se permitieron los investigadores para generar más interés en la comunidad científica, pero el contenido parecía no ser demasiado importante. Al menos eso se supo la semana pasada.</span><span style="font-family:arial;"><br /></span><span style="font-family:arial;"><br /><strong>El doctor Stein</strong><br />La expedición demandó 46 meses y fue una idea concebida por el pensador Rumualdo Stein, quien desde los 22 años imaginó que en ese lugar había una parte de un libro sagrado que para los irankios terminaría por cerrar un tramo inconcluso de su historia: cómo fue que surgió el hombre. Los irankios eran una comunidad monotemática que tenía como tema excluyente de conversación el origen de su raza y sus antepasados. Durante siglos sus principales monumentos hicieron referencia a esa incógnita. Monolitos con un signo de interrogación estaban esparcidos por todo el país.<br />Cuando Stein llegó al lugar que creyó el origen de esa civilización se encontró con un desagüe cloacal, un viejo caño plástico con la inscripción Municipalidad de Javin. Debajo de ese caño, enterrado el barro, un cuerno roto con un libro semidestruido parecían tener para Stein la respuesta, que dio a conocer en la revista Cool Scientist en un artículo que escribió a medias con el arqueólogo correntino Ismael Zenón Calvo.<br /><br /><strong>La traducción</strong><br />El gobierno alemán creyó ciegamente en la expedición de Stein. Los miles de francos invertidos en el largo viaje, la reputación del antropólogo y, sobre todo, la falta de interés por leer las larguísimas explicaciones sobre su derrotero dieron por sentado que Stein había encontrado lo que buscaba.<br />“El agua hará todo el resto”. Con esa breve frase los irankios construyeron su mundo, imaginando que toda la historia sería borrada para siempre por el diluvio de 39 días que padecieron.<br /><div align="right"><strong>Continúa</strong></span></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-69733560350424570962009-11-23T12:06:00.000-08:002009-11-28T16:03:46.556-08:00Jornada<span style="font-family:arial;">El tipo había preparado un encuentro sobre la información en los medios digitales. Era medio torpe, no muy lúcido, pero tenía una gran habilidad para relacionarse con gente que sabía lo que hacía. Se llamaba Ezequiel Innovi, pero se hacía llamar (o se autodenominaba) el Novi.</span><br /><span style="font-family:arial;">Hacía poco tiempo había ingresado en la revista de Fusión Multimedios, y creía que era necesario contar cómo era la redacción por dentro, cómo se cocinaban las noticias y, sobre todo, cómo hacía él para sobrevivir en un mar de egos. En su blog, elnoviselasabe.com, había posteado que estaba "harto de lo mal que se trabaja en Fusión. Su ingreso al medio parecía una salvación pero no, no se puede contra una sarta de inútiles. El Novi entiende que es hora de dar un paso al costado y volver a trabajar en la clandestinidad. Firmado: el Novi".</span><br /><span style="font-family:arial;">Debajo, 63 comentarios se hacían eco del reclamo: "Andate de una vez, quién te llamó?", "Era hora Novi, dejanos en paz", "El Novi sos vos?".</span><br /><span style="font-family:arial;">La Gran Jornada, como él la denominaba, estaba por comenzar. Ya la había publicitado en internet con un gran afiche, cuasi transgresor, donde mezclaba colores impensados con la sutileza de un simio ebrio. "Vuelven los Grosos. Lo mejor pasará en la Quinta". </span><br /><div align="right"><span style="font-family:arial;"><strong>Continúa</strong></span></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-32669809715925976072009-05-19T12:56:00.000-07:002009-05-19T13:04:36.040-07:00Húngaros (I)<span style="font-family:arial;">Había visto una película húngara del neosincretismo. Una extensa mirada sobre la quietud llamada La parede manchada, que consistía en un largometraje de tres horas y media con una imagen fija de una pared húmeda. Al terminar la proyección, los asistentes del cineclub Hermético, aplaudieron durante casi cincuenta minutos, lloraban y comentaban por lo bajo lo más inquietante de la obra: una mosca que se posa unos ínfimos segundos en la sucia pared. Muy pocas veces el director había jugado con algo tan desestabilizante como el movimiento de un insecto y eso a Sofía lo conmovió. Mingo no era un aficionado a ver cine arte. Tenía una colección de dvds con títulos como Sacámela del pozo o El agujero quiere llenarse, filmes basados en argumentos tan triviales como obscenos. Pero estaba enamorado de Sofía. Y Sofía era distinta, muy distinta.<br />Nieta del escritor Crudogo Elfusio, Sofía podía hablar en cinco idiomas. Al mismo tiempo. A los cuatro meses ya comprendía una lengua que no era la materna, el guaraní, repitiendo frases de la mucama de la familia. Dos meses mayor balbuceaba cosas en castellano de las que su padre decía desconocer su procedencia, como "Vení negrita, ¿qué te cuesta?" o "¡Vamos paraguayita hermosa!"</span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-86224120568153811752009-05-02T17:16:00.001-07:002009-05-20T16:50:37.324-07:00Hx01X2. El comienzo<a href="http://1.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/ShSXRQ0t-MI/AAAAAAAAAGQ/JNY16R5TOaA/s1600-h/LEMUR.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5338057781170534594" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 142px; CURSOR: hand; HEIGHT: 152px" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/ShSXRQ0t-MI/AAAAAAAAAGQ/JNY16R5TOaA/s320/LEMUR.jpg" border="0" /></a><br /><div><br /><div></div><br />El descubrimiento de una nueva variedad de la gripe del lemur originó caos en el aeropuerto. Desde los altoparlantes se pedía a los pasajeros que tomaran recaudos para no contagiarse: evitar todo tipo de contacto con lemures, no usar ropa confeccionada con piel de ese animal, no comer carne de lemur y, sobre todas las cosas, comprar la ropa antilemures confeccionada por la OMS. En el freeshop ya se vendían como pan caliente unas llamativas prendas de colores vivos que, en apariencia, contenían una sustancia preparada con orín de ornitorrinco y excrementos de iguanas. El olor fétido que despedía generaba no sólo el alejamiento del animal causante de la gripe sino de todo ser vivo. El costo de 50 dólares de cada ropa serviría para financiar el estudio de una vacuna para la nueva enfermedad.<br /><br /><div><br /></div></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-14689675152503998792008-02-22T14:37:00.000-08:002008-02-22T16:17:30.964-08:00Lost (III)<span style="font-family:arial;">Luego de superar los trámites del aeropuerto de Florianópolis, subimos a una Traffic que nos llevó al hotel Dom Fish, en Canasvieiras. Subí como esperando <strong><em>no</em></strong> compartir ni siquiera el asiento con mi circunstancial amiga. Y así fue. Ella se ubicó detrás, al lado de una pareja sexagenaria que, según sus palabras, eran "re piolas, una masa". Poco antes de bajar el hombre, un tal Carlos, me dijo "Ya sé toda la historia de ustedes... se conocieron por internet". Yo no dije ni sí, ni no, ni nada. El tipo siguió aportándome datos como "¿Así que trabajás en un diario?" y cosas varias sobre mi vida. Me presentó a su mujer y me dijo que ellos, a lo sumo, iban a jugar a las cartas. "En cambio ustedes... je je".<br />Viviana hizo un gesto como de aprobación. No sé si sobre la última afirmación del hombre o sobre la más concreta posibilidad de que la pareja jugara a los naipes.<br />- Me imagino Juan que pediste dos habitaciones separadas, ¿no?, me dijo mientras caminábamos al hall del hotel.<br />- ¿Habitaciones separadas?, ¿alguna vez me hablaste de eso?<br />- Cae de maduro, Juan. Si ni nos conocemos. Aparte yo no sé qué hago viajando con un desconocido...<br />- ....<br />- La pago yo... si es necesario...<br />- No es por eso... es todo tan raro...<br />- Boa noite, dice la mujer dueña-encargada-conserje o lo que sea del hotel.<br />- Juan... hablale de las dos habitaciones...<br />- ...<br />No sé por qué misterio, y luego de una charla que no superó los quince minutos en un portuñol elemental, la señora nos dio una habitación más sin abonar ni un solo peso. Encima, me sonrío (quiero interpretar) como diciendo "Mejor que estés solo...".<br />En el camino a la pieza pensé "Es re puritana", "Tomará drogas y no quiere que la vea", "Le gustará estar todo el día desnuda" y miles de suposiciones más. "Sabés qué pasa, Juan, yo tengo una madre judía... si mi mamá se entera de que me acuesto con un desconocido...". "Pero tu mamá... sabé que estás acá?".</span><br /><span style="font-family:arial;"><br /><strong>Primer llamado materno</strong><br />Cada uno fue a su respectiva habitación. Yo me quedé sentado en la cama con la secreta intención de escuchar algún ruido raro, algún indicio de anormalidad... digamos, otro indicio más. Lo único que escuché fue el timbre del teléfono y la voz de ella, casi a los gritos... "¡Mamá!". Lo demás no lo quise escuchar (temí insólitas referencias a mi persona).<br />Minutos después, me golpeó la puerta y gritó "Abran... soy el jinete sin cabeza!!!". Abrí, estaba con una cosa-ropa negra (no sé cómo definirla) semitransparente, que dejaba adivinar la ubicación exacta de sus huesos. Descalza. Sonreía sin parar. Parecía fumada, pero no quise abonar a esa hipótesis. Sentí vergüenza.<br />- Bueno, ¿qué hacemos?, ¿vos comés?, dije naturalmente.<br />- A eso vengo, amigo... recién hablé con el chico que está abajo (?) y me recomendó una pizzería que sirve pizzas de frutilla con... bla bla bla... y además bla bla...<br />- Bueno, vamos...<br />La noche fue apacible, para mi sorpresa. Me contó algo de sus ancestros. Cada familiar suyo participó de algún acontecimiento histórico relevante. El bisabuelo estuvo en el acorazado Potemkin, la tía XX en Auschwitz, el tío XX cuando los rusos tomaron Praga... y así. Era interesante escucharla y tenía, a su favor, una cara muy bonita cuando estaba relajada. Sus ojos casi azules se iluminaban con los relatos. Pero, lamentablemente, la magia -y la serenidad- se terminaron esa misma noche.<br /><br /><strong>Vamos a la playa</strong><br />A la mañana del otro día fuimos al mar. Habíamos acordado, en el camino, que cada uno haría vida -digamos- independiente. Que si yo conocía una chica estaba todo bien. Y que si ella conocía un chico, ídem. Lo que no tenía previsto era que ella conociera a tres chicos.<br />Estábamos tirados en la arena cuando empezó a preguntar a cuanta mujer pasara "¿Se puede hacer topless acá?". Nadie sabía responderle. Hasta que yo le dije "¿Por qué no te vas a la secretaría de turismo, que queda allá (señalando una diminuta mancha marrón a 300 metros) y preguntá?". Yo emprendí una caminata, con la mente en blanco.<br />Pasó algo así como media hora, o más... Cuando volví encontré a Viviana sin corpiño, despidiéndose de un vendedor de anteojos para sol (Carlitos, no Carlinho), un vendedor de no sé qué (Júnior) y un circunstancial paseante (Rogério). Cuando llegué me los presentó como amigos de toda la vida... Juan, Rogério... Júnior, Juan... etc. Estreché las manos de estos muchachos que al despedirse me (nos) decían "Nos vemos esta noche", o algo semejante.<br />No le pregunté nada. Temí alguna respuesta preocupante.<br />Volvimos al hotel. Hasta que...<br /><br /><strong>Vení que te cuento algo</strong><br />Yo había llevado un libro de historietas de Pratt, del Corto Maltés. Lo leí en mi pieza esperando la noche, con muchas ganas de ir a bailar o algo así. Sabía que ella no iba "a esos lugares", por lo que tenía garantizada una salida en solitario. El ruido de la puerta me sobresaltó.<br />- ¡Crema de enjuague, Juan, crema de enjuague!<br />Abrí la puerta y vi algo semejante a ella, cubierta de una capa de espuma y los ojos cerradísimos...<br />- ¿Por qué no volvés a tu pieza?<br />- Bueno, dale... y vení que te cuento algo.<br />Llegué al cuarto y vi un desorden extraño, por calificarlo de algún modo. Dibujos en el piso, elementos de la religión judía, comida ídem, etcéteras. Ella pasó al baño, se secó, mojó o algo así, y salió diciéndome<br />- Hay algo que vos no sabés de mí.<br />Por mi mente pasaron varias opciones, como en un multiple choice.<br />- A mí me gustan los hombres.<br />- ...<br />- Pero muuucho... y también las mujeres...<br />- Ah...<br />- Tuve una novia que se llamaba como yo, Viviana... muy buena mina... murió en un colectivo en Tel Aviv, en la primera intifada.<br />- Y... ¿salieron mucho? (¿qué se pregunta en estos casos?)<br />- Dos años. Y bueno, lo que te quería decir es que el año pasado en XX dos chicos uruguayos me festejaron el cumpleaños... Muy bien los chicos...<br />- Eeeh... ¿te lo festejaron?<br />- Sí... la típica... uno por adelante, otro por detrás. Lo que me mata ahora es que tengo hernia de disco, ¿te dije?<br />- No... eso no...<br />- Bueno, sí... Y si lo hago con cuatro... porque no hace falta que te diga que estás invitado esta noche...<br />- ¿Esta noche?<br />- Ya acordamos con los chicos... aparte ellos ya están al tanto de nuestra historia...<br />- ¿Nuesta historia?</span><br /></span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-46579245934773219542007-12-24T08:07:00.000-08:002007-12-24T16:24:40.051-08:00Instantáneas cariocas<a href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_bjdjkidI/AAAAAAAAACk/MWFudXFZBco/s1600-h/AUTOS.jpg"></a><span style="font-family:arial;"><em>Curiosidades fotográficas de diciembre del año pasado obtenidas en Río de Janeiro.</em></span><br /><br /><div><span style="font-family:arial;"><strong>La biblia y el calefón</strong></span></div><div><span style="font-family:arial;">En la avenida Copacabana, a escasos metros del mar, funciona Miami, un local donde se realizan stripteases en horario diurno. A escasos metros, al lado, está la iglesia de Copacabana, con una estatua de la virgen que lleva su nombre en la entrada.</span></div><br /><div><a href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_audjkicI/AAAAAAAAACc/kG8vG98Zwc4/s1600-h/IGLESIA.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5147573390850427330" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_audjkicI/AAAAAAAAACc/kG8vG98Zwc4/s320/IGLESIA.jpg" border="0" /></a></div><br /><div><br /><span style="font-family:arial;"><strong>Contrasentido<br /></strong>Los domingos por la mañana en la avenida Atlántica los vehículos circulan en un solo sentido, por más que las flechas indiquen lo contrario.</span></div><div><span style="font-family:Arial;"></span> </div><div><span style="font-family:Arial;"></span></div><div><span style="font-family:Arial;"></span></div><div></div><div></div><div></div><div><span style="font-family:Arial;"></span></div><div><span style="font-family:Arial;"></span></div><div><a href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_bxdjkieI/AAAAAAAAACs/0wS9FmjKhB0/s1600-h/AUTOS.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5147574541901662690" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_bxdjkieI/AAAAAAAAACs/0wS9FmjKhB0/s320/AUTOS.jpg" border="0" /></a><br /></div><br /><div><span style="font-family:Arial;"></span></div><div><span style="font-family:arial;"><strong>Reiterativo</strong></span></div><div><span style="font-family:arial;">En la estación de metro de Catete cuatro carteles indican que hay una escalera que no está habilitada para salir. No hay dudas al respecto.</span></div><div></div><br /><div><a href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_cndjkifI/AAAAAAAAAC0/lBJoWz4RHDI/s1600-h/SUBTE.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5147575469614598642" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2_cndjkifI/AAAAAAAAAC0/lBJoWz4RHDI/s320/SUBTE.jpg" border="0" /></a></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-8598001867541247112007-12-21T16:54:00.001-08:002007-12-24T08:27:11.526-08:00Terremoto en San Juan<span style="font-family:arial;">Hace poco más de un año estuve en San Juan por primera vez. De visita en la catedral me encontré con un anciano que en la entrada vendía un libro de su autoría, llamado "Terremoto en San Juan". El libro, un opúsculo en realidad, había sido editado en 2004 y era una cronología de aquella trágica jornada en la que San Juan fue destrozada por un sismo, el 15 de enero de 1944. El autor, Armando Gutiérrez, se esmeró por demostrar la tragedia con párrafos como éste:</span><br /><a href="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21kltjkiaI/AAAAAAAAACM/blKR_nN_Ec0/s1600-h/otra.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146880548201073058" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21kltjkiaI/AAAAAAAAACM/blKR_nN_Ec0/s320/otra.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br />O como éste:<br /><span style="font-family:arial;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21cX9jkiYI/AAAAAAAAAB8/TVIYltP6ar8/s1600-h/final1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146871515884849538" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21cX9jkiYI/AAAAAAAAAB8/TVIYltP6ar8/s320/final1.jpg" border="0" /></a></span><br /><br /><span style="font-family:arial;">También con fotos como ésta:</span><br /><a href="http://4.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21lQNjkibI/AAAAAAAAACU/2yi8lCMT964/s1600-h/mas.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146881278345513394" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://4.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21lQNjkibI/AAAAAAAAACU/2yi8lCMT964/s320/mas.jpg" border="0" /></a><br /><br /><span style="font-family:arial;">Pero lo más sorprendente es el final y una invitación:</span> <a href="http://4.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21j5NjkiZI/AAAAAAAAACE/V_ynqk2kfok/s1600-h/final.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146879783696894354" style="CURSOR: hand" alt="" src="http://4.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R21j5NjkiZI/AAAAAAAAACE/V_ynqk2kfok/s320/final.jpg" border="0" /></a><br /><a href="http://4.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R2xiDdjkiWI/AAAAAAAAABs/97inZZwyxbA/s1600-h/final.jpg"></a>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-15429147828782140182007-12-17T19:27:00.000-08:002007-12-18T05:35:32.121-08:00Lost (II)<span style="font-family:arial;">El avión de SW tenía dispuesto para mí el asiento de la ventanilla, el del medio para Viviana y, sobre el pasillo, el de una señora gorda con muchas dificultades para respirar. Ni bien nos acomodamos, Vivi (como quería que la llamara) comenzó a leer el libro de los Salmos en hebreo. Quise preguntarle algo y me contestó con un gesto que sugería algo así como un “¿No te das cuenta?”. Así que seguí mirando por la ventanilla hasta que el 737 comenzó su carreteo y levantó vuelo. Pasaron pocos minutos hasta que, como en un mal montaje cinematográfico, al darme vuelta ya no la vi más. La señora gorda transpiraba y sus mejillas parecían tomar una coloración rojiza preocupante. Viviana ya no estaba y no estuvo hasta poco antes del aterrizaje.<br />Fueron dos horas en las que recordé alguno que otro diálogo telefónico, nuestro primer encuentro en Internet y la vez que la visité por primera vez en Buenos Aires.<br /><br /><strong>Villa del Parque, diciembre de 2003</strong><br />Nos habíamos citado a las 10 en un bar de una esquina que ya no recuerdo. Fui antes de lo previsto y me fui de igual modo. Creo haber estado una hora más o menos. No la conocía y sólo tenía como referencias unas fotos que me había mandado de viajes anteriores en los que siempre aparecía con una sonrisa amplia, su larguísima cabellera y sus lentes tipo Lennon. La idea era vernos para conocernos, no para programar ningún viaje porque (tal como me había dicho por teléfono) ella no viajaría a ningún lugar con hoteles reservados ni con playas ni con nada que se le parezca a la palabra turismo. Esta mina no viene, me dije… Me plantó como un boludo… y miles de cosas más. Me fui, crucé de calle y en la esquina había dos policías de civil que me interceptaron amablemente con un “¿Tendrías algún inconveniente en ser testigo de un procedimiento?… es una cosa simple, de quince minutos no más”. Sí, total, dije.<br />Entramos los dos canas, que parecían modelos publicitarios, el que suscribe y un sujeto de traje que hacía las veces de otro testigo. El lugar era una agencia de loterías en las que, supuestamente, se hacían apuestas clandestinas. Al mostrador estaba sentado un chico de unos 16 años que no paraba de acusar al dueño con frases como “No me extraña… a mí no me paga nunca y bla bla bla”. Yo subí con uno de los agentes a una especie de altillo donde el sujeto revolvió cuanto podía y me dijo Acá no hay nada. Acá no hay nada, dije yo. Y el tipo escribió Acá no hay nada en un acta.<br />Bajamos, firmé algo unos papeles y me fui. Caminé unos metros y un taxi frenó de golpe. Vivi bajó y me gritó la primera frase en vivo, cara a cara, “Yo ya iba pero no fui”. Y se bajó del auto con un largísimo vestido celeste de mangas largas. La temperatura superaba los 30 grados.<br />- Vos sos Viviana, ¿no?, le dije como esperando que me dijera No.<br />- Te hacía más bajo, no sé por qué… todo lo demás bien.<br />- Te esperé una banda… ¿pasó algo?<br />- Lo de siempre, el tipo que me iba a traer el chelo no vino…<br />- ¿Viene siempre un tipo a traerte un chelo?<br />- No, dejalo ahí… después te explico. Estoy furiosa…<br />Caminamos hasta un bar cercano que no era el convenido.<br />- ¿No sentís calor con eso?, le dije refiriéndome a su vestido.<br />- No. El tema es así… Después de que te deje tengo que ver a un chico que es judío ortodoxo y, no puedo andar así mostrando todo.<br />- Ah. Y vos sos… ortodoxa?<br />- Depende con quién. Ese chico que voy a conocer puede ser mi marido… estoy buscando uno.<br />La charla en el bar fue una especie de resumen de las larguísimas charlas telefónicas previas. Un paseo por sus miles de actividades (era abogada, defensora de los derechos de los pueblos aborígenes, estudiaba chelo, bailaba tango y participaba en concursos afines, daba clases de hebreo en una escuela, etcéteras), su casi inexistente vida sexual, su pasado de hippie en Colonia, Uruguay… algo así como seis vidas vividas en 33 años. Mientras, yo comía una pizza sin jamón que pidió para ambos sin previa consulta…<br />- Eso debe estar riquísimo… ¿no?<br />- No tanto como con jamón… pero sí…<br />- ¿Cómo podés comer jamón? ¿qué se siente?<br />- Muchas cosas…<br />- …<br />- Posta.<br />Al final de la comida fuimos a caminar a las brasas. El sol desdibujaba el asfalto. Ella no paraba de hablar y yo sólo atiné a decirle a modo de despedida…<br />- Me gané un viaje a Florianópolis. No sé con quién ir… porque vos a ese tipo de viajes no te gusta.<br />- A mí tampoco mucho no me gustan…<br />- ¿Y por qué te lo ganaste?<br />- …<br />- No, gracias, paso. En un futuro iremos a Bolivia, que es uno de mis sueños…<br />- Yo también sueño con ir a Bolivia alguna vez…<br />- Bueno, seguimos por teléfono…<br />- Sí, dale, buenísimo. Me gustaría ser tu amiga.<br />- Ajá, dije, sin estar totalmente convencido.<br />Le di un beso como para no verla más. Me fui a la estación de trenes para volver a Retiro. Ella tomó un taxi para conocer a su probable futuro marido.</span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-66518904135514141062007-12-17T18:25:00.001-08:002009-05-02T21:26:40.264-07:00Por un mundo mejor (I)<div align="right"></div><div align="left"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R6JcH70Oe7I/AAAAAAAAADE/Gg_l_WscBhs/s1600-h/ANACLETO2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5161789414305594290" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/R6JcH70Oe7I/AAAAAAAAADE/Gg_l_WscBhs/s320/ANACLETO2.jpg" border="0" /></a><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:85%;"><em> <strong>Ilustración:</strong> César Couselo</em><br /></span></span><em><br /></em><div align="left"><span style="font-family:arial;">El partido se había fundado tres meses antes. Nuestra principal consigna era luchar por los ideales de Anacleto Sánchez, el Iluminado, un tipo simple, de costumbres austeras, que vivía en nuestro barrio desde la década del 60. Si bien nunca lo vimos trabajar, estudiar o realizar alguna actividad digna de ser recordada, de él guardábamos una imagen tal vez magnificada, aunque difusa y vaga. Sobre todo vaga.<br />La agrupación se llamaba Frente para la Liberación de los Marginados. Tenía cinco afiliados, aunque desde el principio ya se notaban diferencias ideológicas bien marcadas. El lugar de reunión era la que alguna vez fue la casa de Anacleto, ahora una especie de tapera hedionda aunque pintoresca, debido a la fachada de pintura descascarada que dejaba ver más de treinta capas y colores de épocas remotas. La habitación donde nos reuníamos era la misma en la que murió Anacleto, ahora un santuario en el que los ladrones del barrio pedían por más y mejores robos. Allí cada uno de los miembros tenía su lugar, su ubicación. Matías, el autista, siempre sobre la cama, por una cuestión de cábala. Alberto, el borracho, en el suelo, mirando fijamente una escultura de Anacleto hecha con caracoles y estiércol por un artista barrial. Jeremías, siempre haciendo chistes de humor negro sobre su madre cuadripléjica. La Momia Jaef, a quien cariñosamente llamábamos el fundamentalista, por esa costumbre de atarse cohetes Fosforitos a la cintura. Y yo, el más joven, que me sentaba siempre sobre un cuero disecado de un animal de difícil definición.<br />Las reuniones eran los martes a las seis de la tarde. La puntualidad debía ser estricta, aunque había un margen de una hora más o menos.</span></div></div>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-61988765774456364412007-08-20T19:41:00.000-07:002007-12-18T05:38:38.195-08:00Lost (I)<span style="font-family:arial;"><em>Un viaje con un desconocido puede deparar sorpresas. Hace unos años gané uno a Florianópolis para dos personas. Invité a Viviana, una chica porteña con la que chateaba y hablaba por teléfono sobre música, filosofía, religión... La conocí personalmente en Buenos Aires y aquí la desconocí. El viaje fue una mezcla rara de delirio, aventura y ansiedad. El encuentro, antes de partir.</em></span><br /><span style="font-family:Arial;"></span><br /><span style="font-family:arial;"><strong>Preembarque</strong></span><br /><span style="font-family:arial;">Viviana estaba ahí, cerca de la plataforma de la empresa Basa, en la Terminal de ómnibus. Llegué justo cuando arribó. Se la veía más delgada y más menuda que aquel primer encuentro en Buenos Aires. Hola, me dijo fríamente, como guardando distancia. ¿Adónde queda el aeropuerto?<br />Uno de los choferes del colectivo le hacía gestos, sonrisas, gesticulaciones. Viajé en la cabina, me aclaró ella. Como no puedo estar sin fumar... el loco baila tango, como yo. Y va a la misma milonga, pero nunca nos encontramos, ¿podés creer?<br />En un café tomamos algo que para mí era lo de siempre, una lágrima, y para ella un café con leche ni muy frío ni muy caliente, con medialunas, un salero y algo de agua sin gas. ¿Un salero? preguntó la moza. Un salero dije, dijo.<br />Hablamos de cosas importantes con la banalidad de un par de preadolescentes. Ahí supe de sus dos hernias de disco, de que es búho y no alondra (se potencia por las noches), que suele tener mal carácter y que la sepa comprender, que muy pocas veces ha viajado en aviones con dos motores y que si se descompone uno igual el otro funciona, según le dijo un amigo de un aeropuerto...<br />Creo que no hablé mucho. Me limité a asentir, a mirar, a pensar... ¡seis días con esta mina! Nos fuimos. Le pregunté por la inutilidad del salero y me dijo que a veces las medialunas no vienen lo suficientemente saladas. Si mal no recuerdo, comió medialunas dulces.<br /><br />El viaje al aeropuerto fue en taxi. El taxista se enteró de todo, hasta de sus períodos menstruales. Sabía que nos miraba por el espejito. Al principio me preocupaba. A los cinco minutos ya no me importaba ni mi vida. </span><br /><span style="font-family:arial;">Unas puertas de chapa, una muchedumbre reducida a unos dos metros cuadrados, gente que preguntaba por el vuelo del día. El aeropuerto estaba en remodelación y de lo exiguo que era por entonces sólo la mitad estaba en funcionamiento.<br />Pasamos por el control de aduana. Como después pude corroborar, todo lo que para el resto de los mortales es un simple trámite, para mi acompañante era la trama de un blooper, en el mejor de los casos. El límite para declarar era de 300 dólares. Comenzó a sacar objetos varios, como una cámara de fotos automática, un walkman y no recuerdo qué más (no quise mirar mucho; de hecho, me alejé un poco). El empleado decía una y otra vez que no había problema, señorita, que eso no supera el monto, que... Después me tocó a mí. No declaré ni mi cámara réflex con el zoom ante la necesidad de salir pronto de ahí.<br />Antes de ingresar al hall Viviana recordó que no llevaba la suficiente cantidad de cigarrillos negros y que en Brasil no se consiguen y que si no conseguía se moría o le dolía el estómago o... Ahí hay un kiosco, dije fríamente. El único kiosco no tenía ni Parisienes ni Particulares ni nada, pero la dueña del local prometió conseguir algo para antes de que despegue el avión. Aseguró que se los llevaría a la sala de preembarque. ¿En serio... me los vas a llevar?<br />Pocos minutos después estábamos sentados frente a frente esperando el vuelo 2962 de la extinta Southern Winds. La policía federal brasileña estaba de paro, dijo uno. Esto se va a demorar por lo menos dos horas, dijo otro. La pista estaba tan vacía que por momentos dudé de estar en un aeropuerto. Había tractores, creo.<br />-Yo sé la edad de las personas por los dientes, como los caballos. Vos no tenés la edad que decís.<br />-¿Me viste los dientes?, pregunté.<br />-No, pero este muchacho no tiene 37, le dice Viviana a una mujer que estaba sentada al lado, poco interesada en la conversación.<br />-No, dijo la mujer.<br />-¿Vos pensás que me voy a aumentar la edad?<br />-Habría que averiguar por los cigarrillos. Cierto que de aquí no podemos volver atrás, porque ya pasamos los controles, ¿no?<br />-Así es. Disfruté.<br />-Pero igual. Voy a hablar con aquel policía a ver si puede hacer algo. Está del otro lado y puede hablar con la kiosquera.<br />-La mujer que dijo “no” me miró como preguntando qué relación me unía a la chica.<br />-...<br />-¡Buenísimo! El loco fue a hablar con la mina y dijo que me los va a traer... El vuelo se va a demorar, aparte. Así que tenemos para charlar un rato, mientras tanto.<br />Me levanté a mirar la pista.</span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-84069356389899221852007-08-20T16:57:00.000-07:002007-08-20T20:29:21.333-07:00Prefacio para obra inconclusa<span style="font-family:arial;"><em>Una especie de prólogo para un libro de un periodista que alguna vez tuvo ideales y ahora es poco menos que un comerciante de las letras. Un libro por encargo, tal vez.</em></span><br /><span style="font-family:arial;"><strong></strong></span><br /><span style="font-family:arial;"><strong>El porqué</strong><br />Soy un periodista independiente que trabaja para una empresa periodística independiente: el diario El Imparcial, que pertenece al holding IS (Independent Sometimes). Un medio que, en realidad, responde a los intereses de Nubes Australes, empresa de aeronavegación que, se sospecha, tiene una fuerte vinculación con dos ex presidentes y el jefe de un cártel mexicano. Eso sí, tengo total libertad para escribir lo que quiera. Siempre y cuando no se publique.<br />Hace más de cinco años, es decir, hace seis, trabajaba para un periódico cuya razón de ser era el rescate de la identidad nacional. Mi columna se llamaba “Leyendas perdidas”, una búsqueda afanosa por la tradición oral. De difícil transcripción al lenguaje escrito.<br />Este libro fue hecho por encargo. Por un tema que tiré hace doce años en una mesa de café: qué pasaría si los guanacúes, aborígenes ya extintos, no hubieran sido sometidos por los españoles. Más concretamente, si los europeos jamás hubieran llegado a América.<br />Por aquellos días no estaban de moda las novelas históricas, menos las antropológicas. Yo estudiaba el sistema vigesimal de los mayas con una amiga a la que pretendía enamorar citando frases de poetas ranqueles ya olvidados. Mi amiga nunca se enamoró de mí, pero sí de un descendiente de uno de aquellos poetas: Jonathan Brian Noaunkinyú. Aquel chico de rasgos orientales, como solía describirlo Amanda, mi amiga.<br />Con el Negro (como le decíamos a Jonathan Brian) y Amanda, logramos una sólida cofradía. Soñábamos juntos con un futuro mejor: repartíamos comida en barrios humildes, a cambio de electrodomésticos robados; sacábamos a los chicos de la calle, y los poníamos en la vereda.<br />Ese período curó casi 40 días. Una etapa de lecturas obligadas: desde Marcuse a Hegel, pasando por José Pablo Feinmann; desde Jauretche a Scalabrini Ortiz, sin olvidar a Alvaro Abós. Organizábamos extensos debates sobre las notas a pie de página de algunos libros; hacíamos recitales de música alternativa a la alternativa, de modo que nadie fuera; hicimos una radio abierta en el Monumento con la consigna Salvemos a los yanquis de Granada, o algo así, donde pasábamos canciones de la Antigua Banda, aquel famosísimo movimiento musical de la isla; fuimos a matar saltamontes a Belice…<br />Pero la mística terminó. Jonathan Brian consiguió un puesto de camarero en el cabaret Inside de Miami y se fue. Con Amanda, ahora una reconocida stripper. Me quedé con todas sus pertenencias, incluso una versión apócrifa del libro fucsia de Unkuli, un líder<br />revolucionario senegalés.<br />El tiempo pasa. La mayoría de mis amigos adoptaron otras ideologías, otros trabajos. Manuel, el de la frase “Con las armas, por la revolución” es gerente del banco Interworld. Tiene tres hijos y un spa. De vez en cuando dice escuchar los mensajes que le dejo en el contestador. Esteban, que coordinaba los talleres “El peronismo de Discépolo”, es Public Relations de Explaintrade, una consultora que organiza conferencias de banqueros para países emergentes. El único que se mantuvo fiel a las viejas consignas es el Chino, actualmente desocupado. Desde hace ocho años.</span><br /><span style="font-family:arial;"><br /><strong>La visita</strong><br />La vieja casona de la calle Juan Manuel de Rosas estaba intacta de mugre y musgo, como la dejé en 1984. Allí fui hace unos meses en busca de algunos libros que creía tan iguales a ese pasado. El Chino, en señal de confianza, me hizo pasar desde adentro; estaba borracho y no podía levantarse. Abrí la puerta y choqué con el cuerpo de un gato muerto, probablemente hacía años. O tal vez horas. O era de juguete. Lo cierto es que el animal no despedía olor nauseabundo.<br />“Pasá, pasá” me dijo el Chino en castellano, que por otra parte era el único idioma que hablaba. Nos confundimos en un abrazo: él creía que era un hermano que hacía mucho que no veía. “No, Chino, soy yo, Pedro, perdón, Juan”. “No me digas”, exclamó, así, sin signos de exclamación. Lo miré a los ojos y no le dije nada. El silencio habló por mí y por un pasado en conjunto, de pegar afiches en las paredes, de hacer volantes, cuando trabajábamos en la agencia de publicidad.<br />Caminé hacia una biblioteca ordenada alfabéticamente: al lado de Gramsci estaba Gandulfo, Petrona de. “¿No me digás que todavía guardás esto?” casi grito viendo aquella colección que generó tanta polémica en las bases: los minilibros de Anteojito. El Chino me miró sin mirarme. Se sacó los lentes sucios por una colonia de paraísos bonsai y me hizo un ademán que interpreté pornográfico. Dos horas después me confesó que hacía años que no estaba con una mujer, mientras yo le decía que nunca lo había hecho con un hombre. Me levanté de la cama, descorrí un cartón que hacía las veces de puerta y fui a la cocina a orinar.<br />El Chino me regaló una colección de 60 libros sobre mitología guanacú. En realidad, los guanacúes tenían una única leyenda que la tergiversaban a su gusto: la historia de un pájaro que se convirtió en español, puso una granja, comenzó a dar fiado y los colonizó.<br />Me costó despedirme de mi viejo amigo, sobre todo por los 60 libros que apenas podía sostener. Al llegar a casa encendí la computadora, escuché los mensajes del contestador, me senté a ordenar la bibliografía y escribí “Belgrano y los indios. Inclinaciones”, un título abierto pero con el gancho necesario que me pedía el editor.<br /><br /><strong>La información<br /></strong>Logré reunir muchos datos, algunos contradictorios. Para ciertos investigadores, los guanacúes eran capaces de construir “mbapés”, ábacos de cerámica pero con funciones de microchip. Para otros, jamás lograron hacer una vasija que fuera útil (por lo general, le dejaban dos bocas: la superior, para llenarla, y la inferior, para vaciarla; todo al mismo tiempo).<br />La escritura era muy precaria. Hacían jeroglíficos de compleja deducción: dibujaban aves y las nombraban caballos.<br />Conocían el fuego, comían carne sin pasar por las llamas. Las llamas y las vicuñas eran usadas para otros fines. Era muy popular el sushi de armado chancho. Con las brasas encendían cigarros de una hierba ahora prohibida: el cáñamo de bicho bolita. Su inhalación era necesaria para lograr la “ausencia témporo-espacial”, como me explicó un descendiente de aquella noble raza, William Stratford.<br />Las viviendas estaban recubiertas de pluma de ganso. En su interior el invierno ni se percibía. Durante el verano los guanacúes emigraban girando en círculos o trazando triángulos isósceles. Esto les permitía una mayor aerodinámica y ahorro de energía; recorrían diez kilómetros en noventa días, manteniéndose en el punto de partida.<br />El promedio de vida era de 52,7666666 años. El 12% había tenido relaciones con un chimango antes de los 14 años, el 61% manifestaba haber visto un ovni durante la ingesta de cáñamo de bicho bolita, el 32% era ateo de los 68 dioses de su religión, el 27% era de origen sueco. Tamaña información, extraída del libro “Un weekend para los guanacúes” más que aportar, confundía.<br />De todas formas, urgido por la premura del trabajo por encargo, armé mi hipótesis-novela. Fueron días de tortuosa alegría, de desdichada felicidad. Jornadas sin más alimento que cientos de páginas amarillentas que reposaban bajo el sugestivo título Guía telefónica.<br />Este libro no hubiera sido posible sin el trabajo de Felicitas, mi mecanógrafa, que pacientemente ordenó e interpretó las 6.326 páginas de mis originales, a pesar de sus 86 años y de su artritis. Agradezco también los más de 50 testimonios de gente que creyó en mí y a quienes prometí una retribución económica de la que estoy muy lejos de poder cumplir. Al Chino, por su transparencia, por su inocencia, por su ingenuidad y, sobre todo, por sus libros. Y a mi fiel Negrita, mi sirvienta guanacú, que en su lengua, apenas entendible, aún pretende que le pague los salarios adeudados de hace seis meses.</span><br /></span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1440622864933214015.post-8402653257847998822007-08-20T16:22:00.000-07:002007-08-20T20:37:14.787-07:00Presentación<a href="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/Rspc4qJDZxI/AAAAAAAAAA8/RuZV4GJfDys/s1600-h/primera.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5100991656405198610" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 273px; CURSOR: hand; HEIGHT: 201px" height="201" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_dIltzHoryE4/Rspc4qJDZxI/AAAAAAAAAA8/RuZV4GJfDys/s320/primera.jpg" width="273" border="0" /></a><span style="font-family:arial;">Durante años escribí, fotografié y dibujé cosas que nunca publiqué ni pensé publicar. Muchas de ellas han ido a parar a la papelera, a la real y a la virtual, para sucumbir en las glorias del olvido. Cada tantos años junto escritos y los ordeno, como bibliotecario, en cajas, carpetas, y ahora CDs. Cada tantos años, también, tiro todo lo que me parece superfluo y por poco no me tiro a mí mismo. Ante la posibilidad de que ese proceso continúe cíclicamente, sin un fin claro, decidí publicar, subir, postear o como se llame, algunas cosas. Y, de paso, me obligué a escribir y crear (fuera de mis obligaciones laborales) con cierta regularidad.<br />Por aquí se podrán ver cuentos y ensayos, fotos, bocetos y alguno que otro intento de animación. También contaré algunas cosas que me pasan, pienso y supongo. Espero que tengan un fin más útil que el contenedor de la basura.</span>Juan Carlos Escobarhttp://www.blogger.com/profile/00559448857957302010noreply@blogger.com2